Una maestra llamada “Depresión”
La lección es tan fuerte que la prueba te puede costar la vida.
La depresión es una enfermedad y debe ser tratada como tal.
Según la OMS, este trastorno mental afecta al 4,7%, un
porcentaje que, según algunos estudios desarrollados en el país, podría llegar
hasta los 19 puntos.(1)
Últimamente he visto en Facebook publicaciones donde los
usuarios ofrecen “ayuda” o un “café” para que las personas que se sientan mal
los llamen para conversar y contar sus
problemas, esto como un acto que pretende bajar las cifras de suicidio que cada
vez más están en aumento; y con serias dudas sobre esa campaña, decido escribir
lo que es vivir con una enfermedad llamada depresión.
Si bien todos estamos locos, a veces, así como el cuerpo se
enferma, también lo hace la mente. Cargamos todos los días las pesadas
consecuencias de nuestros actos, las responsabilidades de nuestros trabajos,
las ilusiones frustradas, los sueños pendientes y las expectativas no alcanzadas,
y de repente un día, la cabeza no puede más, y aparece una maestra aún más
loca, llamada depresión.
En América Latina, Brasil es el país con
mayor prevalencia de depresión, con 5,8%, seguido de Cuba (5,5) y Paraguay
(5,2). Chile y Uruguay tienen el 5%; Perú, 4,8, mientras que Argentina, Costa Rica y República
Dominicana muestran, igual que Colombia, un 4,7%.(1)
Esta enfermedad que ataca a casi 5 de cada 100 colombianos, es silenciosa.
Estamos acostumbrados a vivir tristes, y además en pleno auge de las redes
sociales donde la falsedad por aparentar al máximo la calidad de vida, hace que
nadie quiera admitir que está pasando un mal rato. El miedo es el principal
motivo por el que las personas deciden callar. El miedo al rechazo, a perder
amistades, a perder la credibilidad, a perder la dignidad, el miedo en general
de perder; perder cosas que ni siquiera nos pertenecen, y el único miedo que se
pierde es el de perderse a uno mismo.
El documento de la OMS, revelado en
Ginebra (Suiza), también estableció que la depresión es 1,5 veces más común
entre las mujeres que en los hombres (1). Y es normal pues las
mujeres como bien es sabido, estamos más locas que los hombres, y además somos
más sensibles. Una de las causas más comunes es la depresión post parto. Pero
también las mujeres estamos más expuestas a las críticas, tenemos que trabajar
más duro para obtener más reconocimiento, cargar con las responsabilidades del
hogar, entre otras muchas cosas.
Al año, apunta el informe, la depresión cobra la vida de 788.000
personas, sobre todo por suicidio (1); por eso las personas que
pasan por una depresión, son sobrevivientes, y hoy con orgullo, puedo decirles
que yo soy una de ellas.
Desde mi experiencia puedo contarles que los síntomas son menospreciados,
las personas asumen que es un capricho o ganas de llamar la atención, que es
una tristeza pasajera, que pueden controlar la situación, etc. La verdad es que
es una enfermedad que te controla, que te habla, que se convierte en otra
persona dentro de uno mismo y que sin ayuda es muy difícil de superar. La “solución”
más fácil siempre será aparentar, sonreír por fuera y llorar por dentro, pero saben
algo, no hay que tener miedo; ser valiente no es ponerse la máscara de que todo
está bien, es coger la vida por los cuernos y tomar acciones, levantar la mano
y pedir ayuda es el acto de amor más grande por uno mismo.
Es sin duda un camino duro, en mi caso “perdí” amistades, aquellas
que no supieron comprender que tener depresión es como tener una bronquitis,
que hay que hacerle tratamiento y seguimiento y sobretodo tenerle paciencia;
pero por el otro lado, también gané mucha experiencia y en especial aprendí a
vivir sin apegos, sin ataduras, en libertad, aprendí a valorar las pequeñas
cosas, las sonrisas sinceras, los abrazos de los que te quieren y en especial a
comprender que la vida es perfecta tal como es, que no hay mejor día que el
hoy. Aprendí a reinventar el camino día a día, a corregir los errores
inmediatamente, a ser mejor persona. Aprendí que la vida te pone las personas correctas en el momento
perfecto, que nada pasa por casualidad.
La depresión nunca se cura, se queda dormida; por lo que el reto
más grande es no dejarla despertar. Hay que aprender a ponerse como prioridad
siempre, a alejarse cuando sea necesario para volver al centro, es dejar de
lado a veces a las personas que amas para no hacerles daño, es apegarse con
todas las fuerzas a ese deseo de seguir conquistando el mundo y sobretodo es
hacer uso del importaculismo como ley de vida, cueste lo que cueste, porque la
felicidad propia a veces puede ser egoísta.
Si yo pude con ella, cualquiera puede. Que no de pena, que no de
pánico. Las enfermedades son pasajeras, pero no hay que dejar que el tiempo pase,
hay que actuar.
A todos los que están leyendo esta publicación, les pido que la
compartan, tal vez ustedes no la necesiten, pero con seguridad, al menos 4 de
100 de sus amigos, la pueda necesitar.
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